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domingo, febrero 12, 2006

ADORACIÓN DEL SUJETO CONCEPTO, DESPRECIO DEL SUJETO REAL


Muchas veces nos encontramos en el discurso de aquellos que pretenden ganar el reconocimiento social del título de “persona buena” un fenómeno que a mi parecer es bien curioso. Un fenómeno del que son víctima particularmente aquellos que se dicen a sí mismos de izquierda y que pretenden instalar y conservar la idea de que las virtudes de la buena persona se asocian con una particular tendencia política como si la filantropía tuviese que ver necesariamente con un tipo único de orden político, económico y social.

El fenómeno o hecho que pretendo describir brevemente en estas líneas es la discordancia y contradicción entre la adoración de la idea que busca representar una determinada realidad y el desprecio de esa misma realidad. Y es que ocurre más a menudo de lo que cualquier ser sensato quisiera, el hecho que al ser oprimido, desfavorecido socialmente, el pobre, etc. es representado como un portador de virtudes, la máxima expresión de la virtud humana, carente de defectos, de moral de excelencia, etc. y contra uno saltan como fieras los portadores de dichas creencias cuando se les hace notar las falencias que sufren los sujetos que con ahínco y vehemencia enfática buscan defender, olvidando que los defectos de esos sujetos idealmente representados se explican en gran medida por los problemas que se busca solucionar con un cambio de modelo social. Así persiste la idea, por dar sólo un ejemplo, de que “el hombre pobre es hombre bueno”.

La construcción de tan ideal figura se explica por el hecho de que sus defensores simplemente consideran que sólo es esa clase de personas, virtud pura sin defecto, divinidad sobrehumana, sólo ellos merecen la piedad que en ocasiones puede sentir un ser de nuestra especie primitiva en su desarrollo. No aceptan al sujeto real, ser humano común y corriente, con defectos similares al que tiene su opresor pero que ha sido lamentablemente desfavorecido por el curso de la historia. Un rechazo que produce un sentimiento de culpa por contradecirse con el ideal que pretenden alcanzar para ganarse algún cielo, paraíso prometido ya sea por la religión o algún ideal político de transformación. Sienten que el defendido es un ser inferior. Muchas victimas de ello hay entre los que se dicen de izquierda (tomando esta palabra en serio, claro está).

De este modo se produce el aprecio de la idea. La imposibilidad de sentir aprecio por el sujeto real y de verlo como un igual hace que surja la necesidad, más propia del miserable e indigno egocentrismo que de la virtud humana, necesidad de construir un ideal al cual se pueda apreciar y que esconda entonces el desprecio que se siente por el otro que se busca proteger. De ahí que muchas veces exista desconocimiento de la realidad social que viven estos sujetos y de ahí que se reproduzca esta ignorancia mediante el desinterés por esa misma realidad que se prefiere mirar desde lejos de modo que sea casi imperceptible, haciendo más fácil el discurso, construcción ideal de un sujeto desconocido que dice conocerse. Entonces el discurso defiende una idea del sujeto y no al sujeto mismo

Se consuma el reemplazo de lo real por la idea. La percepción juega ahora en contra de quien construye el concepto que le resulta más cómodo pues ya no se ve lo real, y al sujeto que se dice querer al encontrarlo no se le puede mirar. Lo que ocurre es una simple expresión de rechazo, como lo hace la madre que tiene un niño con problemas de aprendizaje y retardo pero que busca convencer a todos que el pequeño es un genio, un rechazo que no es abierto pero es igualmente doloroso, que contribuye a la reproducción de los sistemas que permiten las desigualdades que se quieren superar, actitud que les resulta claramente funcional a estos sistemas. Para querer al que no es querido uno debe construir una representación ideal en la mente del mismo que sí sea aceptable. Así funciona la cuestión, la mayor parte de los que dicen que hay que hacer algo por los pobres en verdad sientes desprecio por estos sujetos y por ellos que jamás se conviertan en actores sociales relevantes sino tan sólo se les conserve en su actual posición, conformes, lejos.

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