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viernes, febrero 23, 2007

REFLEXIÓN ACERCA DEL SENTIMIENTO DE LÁSTIMA

Partiré señalando algo que he aprendido en este último tiempo, y que creo es la idea que orienta esta y muchas otras reflexiones que le sucederán. ¡UNO NUNCA ESTÁ SOLO! Dicho esto, solo queda entrar en materia.

En varias conversaciones con familiares y amigos ha surgido este tema, abordándose superficialmente o en su profundidad. Y en esas conversaciones creo haberme dado cuenta de dos dimensiones o características del sentimiento de lástima:

1. La lástima destruye al sujeto por el cual se siente ésta. Esto ocurre dado que el otro es percibido como un ser inferior, no un igual humano. De desconoce entonces al otro su condición de humano. Para él solo queda como posible aspiración la caridad. Y con los propios gestos y movimientos se le transmite ello constantemente.

2. La lástima destruye al propio sujeto que la siente hacia otro. Partiendo del axioma de que un sentimiento humano es aquel en que uno reconoce finalmente a otro humano como ser humano, y que el sentirlo reproduce nuestra propia condición humana, podemos decir que la lástima es un sentimiento inhumano, no humano. De ello se deduce que ese sentimiento destruye nuestro propio espíritu, menoscabando nuestra propia condición humana.

Pienso que estos aspectos son difíciles de identificar, ya que la lástima genera muchas veces caridad, fácilmente confundible con la solidaridad (ojo, no son lo mismo) generando una sensación de falso bienestar, cosa que también afecta en lo referente al primero mencionado. El que se tiende a pensar que la lástima es algo humano, lo hace precisamente porque genera actos caritativos confundibles con la solidaridad.

La lástima como herramienta de subsistencia

Desde otro punto de vista, encontramos a aquellos que generan lástima como estrategia de adaptación y supervivencia. ¿Cómo se llega a ello? Primero, como la lástima destruye al sujeto, deshecho este como humano, se ve incapacitado posteriormente para una relación de igual a igual con otro humano, y de ello se sigue que la lástima sea el único método viable del “lastimero” para conseguir algo de otro humano. Así es como se aprecia entonces una segunda fase, donde la lástima comienza a racionalizarse, sistematizarse y convertirse finalmente en costumbre y estilo de vida, por parte de personas que renuncian al intento de salir de los márgenes de la vida social cotidiana. El problema de esta situación es que aquellos sujetos no sólo continúan su propia autodestrucción sino además destruyen a su entorno, parasitando de un mundo social al cual no contribuyen. El desafío entonces no solo es individual sino también comunitario (y social, según las dimensiones de las cuales hablemos).

Pero no todos los que “viven de la lástima” son generados por la sociedad, no son todas personas que se han privado de sus capacidades. Dos reacciones posibles existen en un ser humano frente a la lástima, dadas por aspectos como la personalidad, madurez, etc: una es mandar a la mierda a aquel que por uno siente lástima, otra es parasitar de ello. El segundo caso es el del sujeto cómodo que se priva de hacer su propio esfuerzo para algo, o que teme intentar – incluso por pereza emocional – de hacerlo. Es una clase detestable de persona, no sólo porque acaba voluntariamente consigo mismo, sino que además destruye a quien le tiene lástima, a quien tal vez se le acercó amistosamente con el ánimo de ayudar e intentó – consiguiéndolo – generar en el otro un sentimiento de lástima que quizás inicialmente no existía. Una clase detestable de persona cuya muerte no tendría por qué lamentar este mundo, un tipo de persona del cual es bueno alejarse cuanto antes, pues quizás solo así se vea obligado a salir de su pereza y hacer su propia vida sin dañar a nadie más.

Es pues – por bien de aquellos que queremos, contando entre los queridos a uno mismo – bueno deshacernos de todo sentimiento de lástima que en uno se genere. Al menos yo he visto lo destructivo que puede ser este innoble e inhumano sentimiento.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Marcos, soy la Andrea. Mira, considero interesante lo que publicaste, pero creo que hay un error conceptual. Estudié someramente algo de caridad, solidaridad y lástima en un curso de teología. Efectivamente la caritas tiene que ver con una de las dimensiones del amor. Por amor se entiende: sin muerte. Este sin muerte no reviste el deseo de inmortalidad del hombre, para nada. Ese "a mortis" implica el respeto y la existencia del otro en sí mismo, distinto de mí. Algo difícil de concebir en su sentido más profundo. "No mueras nunca, porque es bueno que tú existas", trae implícito el principio de la alteridad. Bajo esa perspectiva, la caritas no tiene nada que ver con la limosna, ni con la práctica asistencialista. La caridad tiene que ver con el tema de la dignidad. Como bien dices hay algo de la relación entre amo y súbdito. En términos de caridad, si vas a entregar una limosna, arrodíllate ante quien la recibe, y hazte su servidor. Enaltécelo en cuanto dignidad. Porque eso finalmente es caridad, una dimensión más del amor. Y amar, como dije previamente contiene en sí mismo el princpio de alteridad. Para eso sería bueno echar un vistazo a lo que escribe San Alberto Hurtado al respecto, en su tratado de ética.
Que estés bien.
Nos vemos.
Andrea.

Pato dijo...

Creo que además el tema tiene su complicación en la misma dimensión del “ser”, del ser humano. Señalas que la lástima destruye tanto al sujeto destinatario como al portador de está. Por eso asumo que tu entendimiento de lo humano pasa por una no lástima. Comparto la idea Heideggeriana de la diferencia entre ser y ente, y por lo mismo, la dificultad de hablar de ser humano de manera esencialista. Creo que la lástima no destruye al ser humano, la corrupción puede destruir el ser en el sentido de ser responsable, ser honesto y quizás lo humano lo estás planteando en su condición valorica, de un humano noble, respetuoso, más símil a un “humanismo” onda zilo. La lástima se construye por el mismo ser humano no dejándola sin humanidad esa construcción.

Saludos, en este articulo de mi blog te dejé un meme que ojala lo pudas responder en tu blog, se trata sobre tus influencias, un abrazo Marcos. Muchos saludos

Yayo Salva dijo...

Hay algunos puntos en los que no estaría de acuerdo con tus propuesta. Es verdad que existen muchos, demasiados, inspiradores de lástima que parasitan en el medio social en el que viven y estoy de acuerdo en que habría que "reciclarles" para que se inserten activamente en la sociedad y no vivan como meros parásitos. Pero otros muchos son víctimas de la desigualdad social acusada, una situación que no escogieron voluntariamente.
Yo no creo que sentir lástima deshumanice ni a quien la siente ni a quien la inspira. Tampoco creo que TODOS los inspiradores de lástima sientan complejo de inferioridad por su situación, ni que TODOS los que sentimos en algún momento lástima lo hagamos desde una posición de superioridad.
Yo creo que el sentimiento de lástima (al menos en mi caso) es inspirador de la caridad tal como más o menos la ha definido la Andrea. Es un primer paso ineludible que pone nombre y apellidos al ejecicio del amor al prójimo, a la caridad bien entendida. Y, lejos de hacerme sentir superior, me hace sentir útil, necesario y afortunado. Pero no superior.
Y, desde luego, los mendigos profesionales no me inspiran ninguna lástima.
Un saludo, Marcos. Buen trabajo.

rocío dijo...

Bueno, supongo que la lástima deja de ser algo bondadoso cuando la unimos al sentimiento de superioridad...

Un placer como siempre el pasar por aquí. Besillos Marcos :)

Alberto Fernández dijo...

Zaratrusta ha vuelto a bajar de la montaña y parece que con más fuerzas y energía que nunca.
Hace algunos meses experimenté cierto nihilismo nietzcheniano y también reflexione sobre el valor del bondadoso y el criterio de la lástima, sin embargo, ahora no me he alejado un poco del profeta alemán.

Comparto a pesar de todo, que algunos sentimientos, por muy humanos que sean (todo sentimiento es humano por definición), son muy destructivos aunque en apariencia no lo muestre y uno de ellos es la lástima. Si se muestra de forma comedida se puede entender que una persona tenga lástima, sin embargo, fuera de control o tomada como un vicio, supone una forma atroz de destrucción del ser, tanto del yo como del otro.

Un saludo desde España Marcos y ya estabamos con ganas de volver a verte por tus fueros.

Anónimo dijo...

mmm mucha opinión encontrada.... Soy Trabajadora Social, mi desarrollo como profesional va de la mano con mi perspectiva personal, es dificil separarlo puesto que trabajo directamente con emociones y personas en situación desfavorable. Pero algo es cierto, toda trabajadora social debe saber, entender y llevar a la práctica el principio de autodeterminación del cliente, en este caso por muy desastroza que me parezca la situación de una persona en desventaja jamás sentiré o demostrare lástima, puesto que seré facilitadora de recursos para que ella misma tome sus decisiones y pueda salir adelante, es no darle las cosas en la mano con un sentimiento de "pobrecito"!... es cuestion de cada quien. Pero si al Mundo le falta Amor.... y a las personas les falta entereza frente a un mundo que exige dar el 100% de cada quien para poder vivir.

Clo dijo...

Al menos en relación a mis propias vivencias y los sentimientos que he experimentado frente a situaciones relativas al tema, puedo agregar dos términos más: responsabilidad y culpa. La solidaridad y, en cierta medida la caridad (estoy entre quienes hacen la distinción que expuso Marcos), tienen para mí entre sus motores el sentirme responsable de la condición del receptor de mi solidaridad y mi caridad. No puedo ser indiferente a las personas que comparten el mundo conmigo, como no puedo negar que los problemas que afectan a otros seres humanos, como por ejemplo, la pobreza, son causados en parte por una forma de vida poco sustentable y materialista de la que yo misma formo parte. El aceptar mi responsabilidad en estos hechos abarca la acción, y es ahí donde entran la solidaridad y la caridad.
Aunque admito que en la última se mezcla también la culpa, éste sentimiento es lo que, a mi juicio, se vuelve mayor cuando hablamos de lástima. Quien anda inspirando lástima es culpable de su propio estado, puesto que, en lugar de luchar por salir de ello, le utiliza como herramienta para "tocar la fibra" del otro. Y, peor aún, en muchos casos su estrategia se basa en hacer sentir culpable al otro, quien, de no ayudarle, tendrá la culpa de su tragedia.