Chile ayuda a Chile

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viernes, abril 02, 2010

¿DÓNDE SE ENCHUFAN LOS TERREMOTOS?

¿Dónde se enchufan los terremotos? Preguntó una de mis hermanas, de cuatro años de edad, a mi papá hace algunos días. Días antes había visto como él y su señora le explicaban que los terremotos son naturales, que la tierra se estaba acomodando… en fin, versión para niña pequeña.

Cuando me contaron esa anécdota me reí a carcajadas. Del mismo modo me sorprendí, y me llevó a reflexionar sobre cómo entendemos el mundo a partir de nuestra realidad más inmediata. La pregunta es inocente e infantil pero refleja una lógica impecable. Desde que ella nació ha visto que todos los aparatos de la casa son enchufados al tomacorriente para funcionar. De ese modo los ha visto en funcionamiento y les ha visto hacer distinto tipo de cosas. Algunos de esos aparatos, al momento de enchufarlos, los puedes encender e iluminan toda la habitación, en otros aparecen unas imágenes en movimiento y entretienen con caricaturas, hay otro en que uno puede poner rebanadas de pan y ¡salen tostadas y calientes!, hay uno al que le pones ropa en su interior, y como está enchufado al encenderlo suena y vibra… después de harto rato sale la ropa limpia pero mojada, de otros sale música o se escucha gente hablar, también ve como hay otro en que uno mete un plato con comida y ¡sale caliente!… Entonces, un terremoto, un movimiento vibratorio, tendría que ser posible gracias a que está enchufado a algo… La asociación, a mi parecer, es impecable. En su mundo ve que hay cosas que funcionan, y dado que su pensamiento abstracto es limitado, se ve obligada a asumir cosas como dadas; de esta forma, la energía eléctrica es algo eterno e inmutable, a lo que puedes recurrir en todo momento (salvo cuando hay apagones) y por cuyo origen desconocido simplemente no se hacen preguntas.

Para los adultos – o no niños – la situación es similar. También están entre sus herramientas de construcción de conocimiento y de aprendizaje la observación y comparación. Por tener un pensamiento abstracto más desarrollado se hacen preguntas que cuestionan los aspectos más abstractos y difíciles – o quizás imposibles – de aprehender de la realidad. Y hay cosas que no se pueden alcanzar, pero no asumen que no es posible saberlo y que posiblemente no sea mucho más importante que lo que compone la propia vida y relaciones, por lo que se idean respuestas y recrean simbólicamente lo desconocido para que sea imaginable, aprehensible… menos abstracto de lo que realmente es. Entre aquellos cuerpos de creencias están las religiones. Esas creencias comunes son un espacio común para poder hablar de lo abstracto y desconocido (de aquello a lo que se “enchufa un terremoto”) que “sabemos que existe” y que se presume es el origen de todo y lo que mantiene andando el universo pero que no se tiene idea de qué es. Claro, las religiones son complejas, y junto con ofrecer un medio de comprensión de la realidad – de la relación del mundo cotidiano y no tan cotidiano con aquello abstracto al punto de ser tan inaprehensible que a los niños no les preocupa por no ser de vital importancia para su felicidad, pero que a los adultos a veces les complica tremendamente – ofrece una serie de reglas morales de comportamiento para que la sociedad se ordene. Pero bueno, siendo fruto de la necesidad de comprender el mundo, es claro que el niño o niña, como ser humano, llegará en algún momento – salvo que su camino sea truncado por la superficialidad de su entorno, por respuestas prefabricadas cuyo deber será aprenderse, u otra situación de las tantas que toda sociedad ofrece – a necesitar explicarse aquello que en la niñez es indiferente.

Así como hay cosas que para el niño o niña no es necesario preguntarse, pues simplemente están, respecto de aquellas que sí es necesario hacerlo, preguntan. Lo hacen porque aquello se hace parte de su mundo, de sus juegos, etc. Y aquello lo entienden desde su persona y vivencia. Por lo general no asumen la actitud de observador externo, como puede hacerlo quien no es ya niño/a: en la comparación el otro es distinto de mí, lo otro es distinto de lo mío. He visto a mi hermana comparar objetos por sus colores, pero en la comparación siempre está la apreciación por el color que a ella le gusta más (el que es “más bonito” en sus palabras).

Si uno se fija bien, ambas diferencias expuestas arriba – la necesidad de explicar lo abstracto contra la no necesidad de explicarlo, y la comparación como observador externo contra esa imposibilidad o desinterés – son pequeños detalles en comparación con la infinidad de cosas parecidas entre niños y no-niños. A fin de cuentas, el adulto tiende a hablar desde su realidad, sus apreciaciones suelen ser más correctas que las de otros semejantes (sino me creen, pregúntenles a esos que hablan de superioridad racial, cultural, de costumbres, de creencias ideológicas, posiciones políticas… uff.. ¡hay un montón de cosas como esas!) y muchas veces una explicación sobre las realidades más abstractas son asumidas irreflexivamente, sin hacer ejercicio de abstracción ni intento de comprensión alguna (lo malo es que esta deformación de la actitud infantil lleva a peleas y serios conflictos en ocasiones…). En lo que adultos y niños se diferencian, no se diferencian tanto, y en lo que se parecen, se parecen harto… Quizás los adultos somos niños deformados y enredados… pero en ese tema no me voy a meter ahora.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué lindo!!! El otro día entré a PIANE (programa d einclusión para alumnos con necesidades especiales, de la u) y había un muchacho ciego. CUando uno conversa con otra persona, lo miras a los ojos. Él acercaba eloído. Escuchó el sonido deun computador y le dijo a su compañera: ¿es un notebook?. Un netbook, repsondió ella. OOH!! déjame verlo! le dijo él. Lo tocó con una delicadeza que llegaba a ser sorprendente. Luego añadió que era muy lindo. Qué ganas de poder mirar las cosas desde otro punto de vista. Son hermosas esas vivencias que nos deuvelven a lo más básico, lo más humano y en diversidad. El mundo de los otros, el espacio de otros, concfluye y choca con un mundo colectivo. Pero si uno se adentra un poco o al menos se sorprende con esas cosas... ya está siendo parte de esa particularidad. Lo encuentro genial!

Anónimo dijo...

jaja, soy la andrea!