Chile ayuda a Chile

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lunes, febrero 08, 2010

¿DÓNDE SE LLEVAN A LOS NIÑOS DE HAITÍ?

El 12 de Enero, un terremoto en Haití provocó desastres que aun se hacen sentir y cuyos efectos se prolongarán en el tiempo. Me dio gusto el hecho de que el Estado de Chile, país que habito, reaccionara rápidamente, al igual que otras naciones Latinoamericanas, y enviara ayuda dentro de sus posibilidades; reacción más rápida y espontánea que la de muchas potencias económicas de nuestro planeta. Finalmente, la mayor parte del planeta se ha hecho de algún modo presente enviando ayuda. Asimismo, mucho se ha dicho de la necesidad de reconstruir la nación afectada por este desastre natural, de la necesidad de elaborar planes para ayudar a levantar la nación afectada. Sin embargo, lo que más se ha visto es el arribo de militares y fuerzas de seguridad las cuales, si bien son necesarias para controlar el caos que sobreviene a todo desastre de grandes proporciones, no es suficiente para atender las necesidades de la población afectada. Así como las fuerzas de orden extranjeras – como las de USA – se asientan en el país; crece, a nivel internacional, una necesidad de rescatar a los pequeños y pequeñas individuos – posiblemente los más afectados – de esa nación de la catástrofe y sus nefastos efectos: me refiero a los niños y niñas, que en el afán de protegerlos, medio mundo trata de sacar a los que más puedan de ahí. Incluso redes de tráfico de menores se han detectado, así como instituciones y organizaciones que operan en ese territorio, quizás con buen propósito, pero sacando provecho del vacío legal y social que existe con respecto a los niños y niñas en Haití, producto del terremoto, como factor que facilita sus buenas intenciones. De este modo, los actos bienintencionados han conducido – a mi parecer – a acciones aberrantes. Contraviniendo a toda idea de reconstruir el país, se está pensando en adopción masiva de niños a quienes, tratados como individuos que no tienen nada que ver con los tejidos y tramas sociales, se les quiere situar en otras familias sin tener en cuenta sus intereses y sin siquiera hacer un esfuerzo real por reubicar a sus padres u otros familiares. Y, por supuesto, sin preguntarse qué efectos puede tener en ellos el trasladarlos, de un momento a otro, desde su país a otro completamente distinto donde estará rodeado de desconocidos.


Lo anterior no es tan extraño. Los niños suelen ser considerados como algo anexo a la sociedad, una responsabilidad casi exclusiva de las familias; y, aunque paulatinamente han adquirido más espacio en el ámbito público, se piensa en ellos como seres que, amparados en la estructura de la familia y la escuela, se preparan para ser parte de la sociedad en un futuro (suelen ser “el futuro de” en vez de parte del presente). Es el olvido de que son parte de una sociedad, de que forman parte de un entramado social – por desfavorable que éste pueda ser – de que crecen en determinada cultura que inspira determinadas concepciones del mundo; en fin, aquel olvido de que son como cualquier ser humano sólo que más vulnerables en unos aspectos y más flexibles en otros, lo que conduce a pensar que un éxodo infantil masivo es hacer bien las cosas, al punto de considerar legítimos procedimientos ilegales.


Además, la idea del éxodo infantil – para que los niños, pequeños individuos que están en un “limbo” donde no son parte del mundo ni de entramado social alguno – junto con ser estúpida, es contraria a la idea de la reconstrucción del país. Por mi parte, pienso que los niños y las niñas representan una oportunidad más que un obstáculo en ese cometido. Una oportunidad en el sentido de que su cuidado, como actividad de la sociedad haitiana, como algo compartido por los ciudadanos y en colaboración de la solidaridad internacional concretada en ese mismo territorio, puede ayudar a reconstruir y fortalecer los vínculos entre sujetos, recomponer el entramado social que pudo verse afectado con el terremoto. El generar canales para la participación de los niños y niñas en espacios compartidos que no sólo sea para su cuidado, sino para aprovechar sus potencialidades (en la medida de las posibilidades de cada uno) puede ser otro elemento que contribuya a la reconstrucción de aquel país.


Más que sacar niños y meter tropas y comida, lo que debiese buscarse es generar las condiciones que permitan aprovechar todo el potencial humano, toda aquella vitalidad que busca superar las adversidades que se presentan por duras que sean. La historia tiene varios ejemplos de aquello. Hay naciones que han vivido situaciones sumamente duras y ahora son potencia o están bastante bien y que desde su experiencia como Estados también podrían contribuir. Pues, a fin de cuentas, pese al tremendo desastre ocurrido a Haití, no me parece justo ni conveniente dar al país por muerto y sacar a los niños que quedan para repartirlos por cualquier parte, sin considerar que tienen familia – y el derecho a estar con ella – y son parte de una sociedad.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Se los llevan a un mejor lugar que la mierda de pais adonde les toco nacer, el que, tras 206 años de independencia, ha demostrado que nunca la merecieron.