
Leí en internet que hoy en día, un sexto de la población mundial está afectada por el hambre. A su vez, en el mundo se ha producido comida como nunca antes. El problema sería la falta de acceso al alimento, ya que en muchas de las regiones que este sobra hay hambrientos. ¿Qué es lo que no está funcionando? Sin pretender determinar nada, expongo algunas posibilidades:
Desigualdad de distribución de los recursos
No todos tienen el mismo acceso a bienes, tanto en cantidad como en calidad. Desde la revolución industrial, el acceso a bienes está, para la gran mayoría de la gente, dado por la posición que se ocupa en el mercado de trabajo. Pero en las sociedades de mercado, no todos los humanos participan del mercado, vale decir, no todos son parte de la sociedad. En sociedades con más recursos, algunos son destinados a aquellos que están al margen, en forma de bonos y similares, para poder acceder a un mínimo que sus ingresos por sí solos no permiten acceder. En el caso de naciones pobres, estar al margen es pasar – y morir de – hambre.
Prioridad política
La sana alimentación de la gente siempre ha sido considerada, en primer lugar, una responsabilidad individual. Esta creencia inhibe la voluntad política en los Estados, tanto para solucionar un problema interno como para prestar ayudas internacionales, convirtiéndose en este sentido la ayuda humanitaria en actos de caridad o de influencia internacional. La crisis económica evidenció un ágil despliegue de ayuda económica a bancos y grandes empresas que estaban por quebrar o que quebraron, sin escatimarse en gasto alguno. Por otro lado, disponer de armamento para cuidar las fronteras es otro ítem en el cual no se puede dejar de gastar. Así, el miedo del Estado (traspasable fácilmente a grandes masas a través de los medios de comunicación masiva) es más importante que el miedo individual de miles o millones a morir de hambre, temor inexistente políticamente, temor que no es traspasado al resto de la sociedad.
El mercado de los alimentos
El avance tecnológico ha permitido que se incremente la producción de alimentos. Pero dicho avance, lejos de estar orientado a la solución de un problema, parece enfocarse más bien en un potencial mercado donde “agentes filántropos” (Estados y otras organizaciones o poder económico privado bienintencionado) consumen por aquellos que no pueden en el mercado para hacer la transferencia a quienes se ubican al otro lado del borde del mismo. Un aumento de los precios de los alimentos (provocado por crisis, cuestiones climáticas o cambio de decisiones respecto al uso de la tierra cultivable, etc.) disminuye el poder económico para ayudar.
Sobras y desechos
¿Quién come todo lo que dispone para alimentarse? Posiblemente nadie. Siempre hay sobras. Y ese es un problema de “gestión” o utilización de los alimentos tanto en los hogares como a nivel social. No tengo idea de cuantos kilos de desechos alimenticios se generan por hogar al año, pero debe ser bastante, si consideramos que muchas veces van a parar a la basura: pan añejo, exceso de fruta y verdura que se pudre antes de ser comida, el resto de un plato de comida (un poco de arroz, fideos, salsas, etc.), alimentos mal cocinados (cosas que se queman o quedan crudas; situación tanto de hogar como de restaurantes, o fallas en el transporte de alimentos), los restos casi imposibles de rescatar que quedan en los envases, y un largo etc. Todo eso se va sumando, haciendo que, dado como están organizadas nuestras vidas, la alimentación de cada cual incluye un porcentaje de desecho de alimentos. Es decir, la eficiencia del ser humano moderno para alimentarse – o, siendo más precisos, consumir los alimentos – es, al menos, cuestionable. Si uno reflexiona sobre el tránsito y proceso que pasa cada cosa que consume para alimentarse, podría dimensionar cuanto se pierde en el camino al consumo, y en el consumir mismo de ese bien.
En este sentido, cada N cantidad de nutrientes consumidos, hay X desechados (alimentos que se convierten en basura). Si se aumenta los X desechados, se necesita incrementar los alimentos extraídos (de un mercado o de la naturaleza) para ingerir la N cantidad de nutrientes que el cuerpo necesita; si se disminuye los X nutrientes desechados, pues se necesita extraer menos cantidad de alimentos de la naturaleza, habiendo más de aquellos disponibles para los demás. Incrementando la eficiencia en los hábitos alimenticios, se dejan en el mercado – o en la naturaleza, si se prefiere – más recursos alimenticios para todos los demás, siendo aquello una parte de la solución al problema del hambre.
Concluyendo…
De este modo, el hambre es resultado no sólo de la decisión de los grandes poderes que “dominan al mundo”, no es sólo “cosa del mercado”; es también un asunto en que todos podríamos estar involucrados de alguna manera en nuestras costumbres, y en lo que hacemos por mantenerlas o cambiarlas.